Síntesis William

 Síntesis: COLOMBIA: Violencia, democracia y derechos humanos de Estanislao Zuleta.

Para poder discurrir sobre la democracia, en primer lugar tenemos que advertir a Colombia como un territorio en conflicto, con una guerra interior que se ha condensado de una manera errónea en la guerra exterior. En nuestro país la noción de conflicto no es entendida acertadamente, el estado lo comprende y sin embargo, no posibilitan que los enfrentamientos sean capaces de exteriorizarse y desenvolverse sin que el desacuerdo con el otro lleve a la eliminación del otro asesinándolo, mermándolo a la imposibilidad o silenciándolo; lo que termina totalmente con una dimensión social y legal en la cual haya la posibilidad de encontrar soluciones a los conflictos propios, que se alimentan detrás del fantasma de la guerra exterior como mencionamos recién. Estanislao Zuleta propone que para garantizar una sociedad mejor hay que tener otros especiales y preferibles conflictos y además poseer la suficiencia de aceptarlos y dominarlos. Para que de esta manera se constituya un pueblo sensato para la guerra, y al mismo tiempo un país formado para la paz, aquel sueño inaccesible para la mentalidad de los colombianos.

Para comenzar con este camino de iniciar la marcha de la democracia tenemos primero que nada, considerar el derecho de discrepar, a saber, aceptar que yo soy distinto al otro y no mirar al otro como un contrincante simplemente porque no es igual a mí. En este punto entra el respeto al otro, adoptar un discurso sobre la forma de pensar del otro y preguntarse cómo este es diferente del mío, sin señalar que uno de los dos está equivocado.

Para comprender la democracia, hay que entender la presencia de luchas o conflictos que se desarrollan dentro de un recuadro legal preliminarmente elaborado y actual en donde no se distorsionen las luchas a combates violentos. La democracia es entendida como una colectividad que en efecto posee conflictos pero que no es en ningún momento violenta, en la que sus integrantes tienen una intervención activa y segura en el manejo y registro de las cuestiones de selección y reemplazo de gobiernos que tienen poder de forma transitoria. Aquí hallamos la falla y dificultad primaria entre Colombia y la democracia: el carácter de la realidad de nuestro gobierno es un monopolio de poder, las élites acotaron la chance de quienes pueden alcanzar el poder, de tal manera que el monopolio pueda subsistir así como lo hemos presenciado y vivido a lo largo de nuestra historia, esto desde la independencia en 1810. El mando llevado a cabo por las élites imposibilita la segura y real participación del ciudadano, lo que impide llegar a una democracia verdadera, en donde se muestre un estado fuerte; en el cual el ciudadano no tenga temor de opinar y razonar por sí mismo, ni de manifestar lo que piensa o de constituirse para meditar transformaciones que crea indispensables para pelear contra las injusticias que puedan venir de organismos oficiales o privados. Desde el momento que Colombia se ve como país independiente, se ha encontrado bajo el discurso imperioso de un mismo grupo, en donde todo lo que este declara es tenido en cuenta como una certidumbre precisa, irreprochable o infalseable, la cual además se enseña de una manera indiscutible; de esta no es posible creer algo distinto u opuesto, ya que estar en discordia con la prédica autoritaria es lo mismo que ser su enemigo. Aquí observamos con facilidad la causa de la creación de las guerrillas y sus principales porqués de su lucha contra el estado.

El autor apunta que la democracia va en tres caminos: La posibilidad, la igualdad y la racionalidad. Con lo que podemos inferir que la democracia no se da a partir de decretos, sino que se logra según la intervención y estructura de la población, elaborando una comunidad que razone, exija y trabaje en favor de sus derechos, teniendo como punto de partida la consigna elemental de que somos todos personas distintas, cuyo único derecho de igualdad es precisamente el derecho a la vida. Este mencionado derecho a la vida se ve violado diariamente en Colombia a manos de la guerra interior. Como táctica de cambio el Ministerio de Educación ordenó que la enseñanza y ejercicio de los derechos humanos debía hacerse en todos los niveles de educación con motivo de que la comunidad pudiera vigilar su acción y ejecución. Debemos tomar en consideración que también tenemos derechos como la racionalidad, la libertad, y la dignidad; los cuales poseen su núcleo de existencia en las relaciones sociales, los valores e ideales que se alcanzaron por medio de un extenso proceso de luchas y cambios culturales, éticos, morales, políticos y económicos. Tomando como referencia este proceso de cambios a través del tiempo podemos preguntarnos cómo los colombianos entienden estos derechos, en verdad se ponen en los zapatos del otro para reflexionar su punto de vista sobre de sus discrepancias o interpretan la libertad como todo acto que es permitido realizar con tal que no perjudique al otro; y por último se entenderá por qué sus derechos le dan valor a su vida y que por ello tiene que hacerlo respetar, pidiendo su ejecución democráticamente.

Ahora bien, ¿cómo es posible demostrar la vigencia de una democracia en medio de una guerra interior?  Zuleta lleva el análisis hacia el conflicto y su coexistencia con la democracia, desde este punto de vista teórico no es posible que la violencia haga parte de la democracia, por el contrario, las expresiones de violencia en la pugna por el poder van en oposición de esta. La mentalidad ciudadana es una de las mayores causas de violencia en el país, la falta de cultura afecta la perspectiva y conjunción de los ciudadanos con la democracia. La efectividad de una democracia incluyente se da en la cultura de dicho pueblo porque obtiene inmensos vínculos humanos; la concordancia logra un elevado valor entre las personas y esto permite la libertad. En el caso colombiano, es obvia la carencia de cultura en el país y podemos verlo en nuestra relación con la democracia, pues de cualquier modo siempre llevan a la violencia.

En Colombia hay un determinado vínculo entre violencia y cultura; podemos inferir que el uso ocasional de la violencia es consecuencia de disposiciones, actos y replicas que son originadas por relaciones emocionales preexistentes, culturalmente integradas. En una constitución cultural son fundamentales las ideas de respeto y rectificación que están relacionadas constantemente con nociones como la ira y el dolor, y funcionan como preparación para los comportamientos de los ejecutores, abriendo paso a unas guías de relación que tienden a llevar a la violencia. Y es que es en nuestra historia reciente donde la carencia de cultura ha estado en su más grande expresión, porque con una codicia del poder en aumento impusieron la violencia en los años 30’s y 40’s, utilizando el temor a los campesinos dueños de largas tierras, matándolos y sacándolos de sus propiedades hacia las grandes ciudades de manera obligada. Después, a causa de estos abusos fueron originándose las guerrillas y grupos armados que apoyaban el liberalismo campesino, entonces defendiéndose, tratando violencia con más violencia. En fin, han nacido durante todo el siglo XX distintos tipos de violencia que al sol de hoy siguen consumiendo a Colombia, devastando al pueblo y manteniendo un sueño de democracia que a este ritmo nunca lograra una participación completa.

Las dificultades que recién se aludieron se han plasmado en una democracia débil. El resultado de un estado débil se ve evidenciado en actos como el olvido de los ideales de los grupos políticos que lo han integrado. El estado es a su vez  débil por una carencia de cultura en todo el país, este gobierno enfrenta violencia con más violencia, ha dado la espalda a las afecciones violentas que incluyen al pueblo, y ha roto inclusive los derechos humanos de estos. El desafío primario que tiene el país es resolver los problemas relacionados a la violencia, y conseguirlo por medio de una democracia incluyente que fomente la intervención del pueblo sin violentar el derecho de igualdad que todos tenemos. Sin una real costumbre democrática la sociedad colombiana no puede ser encerrada o interpretada en medio de la diferencia Democracia – Dictadura, Orden – Violencia, y por sus particularidades tal vez es mejor entenderla, como forma de comprender nuestra situación real y la labor que en la realidad ha ejercido la violencia, como una sociedad que se determina porque en este país se ha dado a lo largo de casi toda su historia como Republica al mismo tiempo la democracia y la dictadura. Esto por supuesto está relacionado con la hegemonía de una oligarquía liberal-conservadora que manipula el estado. En Colombia, el estado no es una organización que termina los conflictos y respalda el orden; en cambio es todo lo contrario, el estado forma parte constante del conflicto y, no obstante sea su función la de dar el orden en el territorio, su orden es la violencia hegemónica. Para los colombianos no hay un estado como Estado Nacional, sino como estado de partidos; esto es, los partidos que lo han dominado han buscado por todos los medios la forma de mantener ese poder, siempre, poder continuar con esta tradición a como dé lugar, de modo que esto también crea y se convierte a su vez en un componente de conflicto y guerra. En vez de encontrar y pugnar por la garantía en el orden y la paz, el estado colombiano se frota fácilmente las manos ante los conflictos que surgen en distintos lugares del territorio, inclusive llegando en ciertas oportunidades a auspiciar indirectamente la masiva violencia, genocidios y guerra entre nosotros mismos, compañeros colombianos.